Hoy celebramos el 154 aniversario de la Guerra de la Restauración, suceso bélico llevado a cabo en Santo Domingo desde 1863 hasta 1865 entre los dominicanos y España, 17 años después de la Guerra de Independencia contra la República Haitiana.
Recordamos, entre otros muchos buenos y verdaderos dominicanos, al General de Puerto Plata, al que consideramos cuarto Padre de la Patria, Gregorio Luperón, quien, al igual que Duarte, Sánchez y Mella, “a la guerra a morir se lanzó”, buscando rescatar nuestra nacionalidad.
Pero no nos podemos quedar en la historia, recordando a nuestros héroes y valorando su gallardía desde sus pensamientos, su obra y su sangre. Es justo y necesario, es deber de dominicanos, que con nuestro accionar social del ahora y aquí, desde nuestra humilde posición, donde quiera que estemos, nuestra vida íntegra sea un continuar aquella gesta, ya no con armas, sino con un compromiso social serio y solidario.
Ante la actual coyuntura histórica que vive (sufre) nuestra nación, ahora mancillada por muchos de sus ingratos seudo hijos, asociados con fuerzas foráneas, con iguales mentalidades de anexionismo disfrazado; ante esta lastre de corrupción e impunidad; y encima de eso, la burla de querer perpetuarse en el poder, se hace preciso de dominicanos con aires independentistas, capaces de restaurar la patria del oprobio y la iniquidad.
Tanto los hermanos de nación, que sufren directamente esta ingobernabilidad, como nosotros, que igual padecemos desde la distancia, debemos de hacernos uno en el sufrimiento y sobre todo en la solidaridad, y de cualquier medio razonable gestar una nueva fuerza de cambio que restaure el honor de los buenos y verdaderos dominicanos.
Antonio Gómez Peña
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